Los mayas utilizaban el sol como base para la planificación de sus vidas debido a que dependían de la agricultura. Con el equinoccio de primavera iniciaba la siembra y con el equinoccio de otoño la cosecha.
En las ruinas mayas de Oxkintok, la ciudad de las tres piedras, uno de los arcos ubicados en el cuadrante orientado hacia el este, proyecta la luz solar de tal manera que forma una media luna que coincide con el altar central de la estructura.
Las estructuras en Oxkintok son cuadrángulos, ya que para los mayas el mundo era cuadrado.
En los vestigios de Chichén Itzá se encuentra el castillo de Kukulcan, la serpiente emplumada, donde el equinoccio se nota en la fachada norte de la gran pirámide situada en el centro de la plaza.
La perfecta alineación de esta construcción con el sol generará un juego mágico de luces y sombras: siete triángulos invertidos moldearán el cuerpo de la serpiente emplumada, conocida como Quetzacóatl por los toltecas.
Los triángulos avanzarán por la escalinata hacia la cabeza de serpiente de piedra, en la parte inferior, momento en el que, según la cultura maya, todo se inunda de energía positiva.
A medida que el sol se oculta, los triángulos desaparecen en orden inverso. Muchos creen que la serpiente baja desde el cielo en dirección al gran cenote sagrado en el que los mayas realizaron sacrificios y ofrendas a sus dioses.
La civilización maya es una de las más reconocidas a nivel mundial, destacada por tener una de las culturas más ricas, sino también por haber hecho grandes aportaciones en materias como la arquitectura, las matemáticas y la astronomía. Aspectos que son muy notorios en cada una de sus antiguas ciudades.
Este fenómeno expone muy bien el avance cultural de los mayas, pues su realización supone el amalgamiento de astronomía, matemáticas, cronología, geometría y religión.