Durante los últimos días de octubre y principios de noviembre, la Península de Yucatán se transforma en un escenario de luz, color y tradición para celebrar el Día de Muertos, una de las festividades más representativas de México. En pueblos mayas, ciudades coloniales y comunidades costeras, las familias preparan altares, ofrendas y rituales que reflejan la fusión entre las creencias prehispánicas y el legado católico.
En esta región del sureste, el homenaje a los difuntos trasciende el tiempo y se convierte en una experiencia cultural única. Las calles se llenan de aromas a copal, flores de cempasúchil y pan de muerto, mientras las familias se reúnen para recordar a quienes ya partieron. Más allá de la nostalgia, el ambiente festivo invita a celebrar la vida y la memoria colectiva.
Cada rincón de Yucatán, Campeche y Quintana Roo guarda una forma particular de rendir tributo a los antepasados. Desde el Paseo de las Ánimas en Mérida, hasta los altares comunitarios en Valladolid o las ceremonias tradicionales en pueblos mayas, el Día de Muertos en la Península se vive con espiritualidad, arte y gastronomía ancestral.
Valladolid: altares vivos y tradición comunitaria
El corazón colonial de Yucatán, Valladolid, se llena de luz y color durante las festividades del Día de Muertos. Sus calles se decoran con tapetes de aserrín, flores y veladoras, mientras las familias abren las puertas de sus hogares para mostrar sus altares, símbolo de bienvenida a las almas que regresan.
El Festival de las Ánimas es una de las actividades más esperadas, con recorridos nocturnos por el cementerio iluminado y degustaciones de dulces típicos y pan de muerto.
El ambiente en Valladolid combina respeto y alegría. Las procesiones, rezos y representaciones teatrales hacen de esta ciudad uno de los destinos más auténticos para vivir la conexión entre los vivos y los difuntos. Es un lugar donde la tradición se mantiene viva gracias al esfuerzo de la comunidad y al orgullo por sus raíces mayas.
Janal Pixán: la comida de las almas en los pueblos mayas
En toda la Península, el Janal Pixán, que significa “comida de las almas” en lengua maya, es una celebración ancestral que honra a los muertos con banquetes tradicionales. Las familias preparan el mucbipollo o “pib”, un tamal gigante cocido bajo tierra, acompañado de rezos, música y ofrendas florales. Esta tradición combina elementos mayas y católicos, y representa un momento de unión entre generaciones.
Durante los días del Janal Pixán, los hogares y cementerios se convierten en espacios sagrados donde el copal, las velas y los alimentos crean un puente simbólico con el más allá. Más que una festividad, es un acto de amor y memoria que refuerza la identidad espiritual del pueblo maya.
Mérida, Izamal y otros rincones llenos de vida y misticismo
La capital yucateca, Mérida, celebra el famoso Paseo de las Ánimas, una procesión nocturna que recorre las calles del centro histórico entre catrinas, música y altares monumentales. Durante el evento, miles de personas participan en actividades culturales como conciertos, exposiciones y espectáculos teatrales, que transforman la ciudad en un gran homenaje a la muerte y la memoria.
Por su parte, Izamal, conocida como “la ciudad amarilla”, ofrece un ambiente más íntimo con altares tradicionales, danzas y muestras gastronómicas. En Campeche, los barrios antiguos se llenan de color con altares callejeros y visitas guiadas al panteón, mientras que en Quintana Roo, comunidades como Felipe Carrillo Puerto preservan las tradiciones mayas más puras. Cada destino ofrece una forma distinta de vivir el Día de Muertos, pero todos comparten la misma esencia: honrar la vida a través del recuerdo y la cultura.